20/5/09

HORIZONTE Y DESIERTO

El horizonte estaba especialmente bello ese día, nubes de maravillosos colores se posaban unas sobre otras haciendo parecer al cielo una caja mágica llena de inspiración para los poetas y los músicos, verdes y enormes ramas de de una de las plantas más bellas creadas caían desde enormes alturas y se entrelazaban unas con otras formando un mosaico de bellos nombres invisibles, grandes flores adornaban las verdes ramas, cada una de ellas con su diseño espectacular y único, y todos ellos como rindiendo tributo al más grande hombre en la tierra rodeaban un hermoso lago, claro y prácticamente invisible, la realidad se confundía con la fantasía en aquel lugar, no sabía donde comenzaba el lago y donde terminaba el cielo...

El viaje, largo, inesperado y solitario, pero yo estaba decidido a cumplir con mi misión, dispuesto a morir por mi destino, vi lentamente como me alejaba del mundo sorprendente y pasmoso y llegaba al lugar donde yo, junto con mis compañeros debíamos combatir. Llegamos a un paraje antagónico al de mi nacimiento, un desierto, árido y caluroso, solitario y tenebroso, sombrío y triste, aunque no lo niego, el horizonte estaba especialmente bello ese día, aun alcanzaba a ver desde las alturas mi mundo bello y sobrenatural.

nuestros enemigos, muchísimos, incontables de ellos estaban esperando para batallar, rodeaban todo el territorio, eran los dueños del desierto y estaban dispuestos a luchar por él, nosotros sabíamos que nunca podríamos ganar, antes de nosotros millaradas de veces habíamos luchado, pero desde que nos exiliaron hace ya miles de años siempre habíamos perecido en aquel lugar sin ganar nunca, pero sin dejar de luchar tampoco.

Aquel día, con el horizonte especialmente bello, estábamos preparados de nuevo para luchar y combatir, de nuevo para morir y de nuevo para ser derrotados, pero también dispuestos a hacerlo y a cumplir nuestra misión, íbamos a pelear y a luchar hasta perecer. Yo fui el primero en lanzarme a la batalla, el primero en pelear y el primero en morir, después de mí, todos mis compañeros cayeron desde el cielo, como uno solo, con la agresividad que la naturaleza nos había enseñado, con el arraigo que nuestra experiencia había adquirido y con la fuerza interna que Dios nos había colocado.


La batalla duró horas y horas, y todos al igual que yo, terminaron pereciendo a la pujanza y vigor del desierto, pero todos, aunque muertos, logramos cumplir con nuestra misión, logramos morir con una sonrisa en el rostro, y morimos con la esperanza que algún día otros mueran al igual que nosotros, que luchen por su designio y que con su muerte logren dar vida a otros...

Nacimos para refrescar a la tierra llena de arena y para ayudar a la vida a seguir creciendo, gracias a nosotros las plantas siguen viviendo, los animales siguen andando y el desierto no es solitario. Somos gotas de aguas, dispuestas a morir, dispuestas a cumplir nuestro propósito y dispuestas a darle a la vida del desierto una nueva oportunidad de seguir viviendo...

Jei

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